domingo, 8 de mayo de 2011

Desmontando mitos – El 10% del Cerebro


Con este nuevo tema inauguro la primera sección periódica de este blog. Como bien reza su nombre, esta sección trata de aquellos dimes y diretes que siempre han formado parte de nuestra vida cotidiana, del folklore popular, que nos hemos creído a pies juntillas desde pequeños y que quizás nunca nos hemos cuestionado. Esos capítulos que escuchábamos bien a nuestros mayores o bien en la televisión, y que dábamos por sentados porque ellos lo decían. Este apartado tratará de desmontarlos, de darles explicación científica (si es que la tienen), y de intentar poder debatir entre los lectores si en la sociedad avanzada en la que vivimos hay sitio para este tipo de cuentos para niños.



Y que mejor forma de reflexionar sobre estos temas que hablando del cerebro y su capacidad y funcionalidad. Puede que la afirmación más conocida y difundida sobre nuestro órgano más caprichoso es aquella que reza que solo utilizamos un 10% del mismo, y que si llegáramos a usar el 100% nuestro poder sería inimaginable. Esta afirmación que según algunas fuentes salió de la boca de Albert Einstein, tiene nula validez con los conocimientos de neurobiología, evolución y medicina que tenemos actualmente.

Yendo por partes con estos tres temas, la neurobiología (ciencia que estudia el comportamiento histológico, bioquímico y funcional del tejido neuronal) ha logrado asignar una función singular a cada una de las partes del cerebro y de los demás tejidos neuronales (como el cerebelo y la médula espinal, así como el tejido nervioso que recorre el resto del cuerpo). Este mapeo de funciones corporales dentro del encéfalo ha logrado comprender cuales son los mecanismos que posee el cerebro para comunicar acciones al resto del organismo, para regular los procesos corporales, o para el raciocinio. Todas las zonas del cerebro poseen una función definida y controlan actividades de mayor o menor importancia, desde el control automático del ritmo cardiaco hasta el pensamiento abstracto. Esta ausencia de zonas sin función conocida o sin actividad cerebral es el primer arma que rebate el uso del 10% del cerebro. Todas las áreas poseen actividad y por tanto usamos el 100% del mismo.

Las redes neuronales están interconectadas entre sí siguiendo un mallado lógico y funcional. Ninguna red es difusa ni tiene ausencia de funcionalidad. Su labor es siempre consecuente con el área del encéfalo donde se encuentra.

 Por su parte, y nunca dejando de lado a las teorías evolutivas, toda estructura nueva o mejorada creada a partir de una estructura anterior y que se selecciona por selección natural porque es más ventajosa, tiene que llevar asociada una consecución lógica de su función.  Esto deriva de que la evolución de las estructuras corporales siempre sigue el principio de la entropía. Este principio de termodinámica sugiere que todo sistema energético en el universo siempre va a tender al mínimo estado de energía, al estado de más desorden, al estado más fácil de obtener. Es fácil comprender por tanto que todo lo que se pueda hacer (y lo sufrimos a diario) se obtendrá por el método más fácil y que menos energía nos implique utilizar (si puedo estar sentado para que voy a estar levantado, y si puedo estar tumbado para que voy a estar sentado). La evolución se rige completamente por este principio y todo paso que dé hacia la mejora de una estructura se dará siempre con el menor gasto energético, o siempre implicando el menor gasto energético para la labor que ha de realizar. El cuerpo humano por tanto no se puede permitir el lujo de poseer un cerebro donde el 90% de la energía se gaste en “nada” y solo se saque un 10% de provecho en su utilización, ese aprovechamiento es inviable tanto evolutivamente como termodinámicamente hablando y por tanto desmonta nuevamente el mito de que solo utilizamos una ínfima parte del cerebro.

La entropía siempre tiende a hacer que las cosas estén en el estado más bajo de energía. Los sistemas energéticos siempre tienden a estar desordenados porque la energía para ordenarlos es mucho más alta y menos "rentable" termodinamicamente hablando.

Y por último, la tercera ciencia que desmonta este bulo, la medicina, y más concretamente la neurología, nos ha enseñado sobre todo a lo largo del último siglo gracias a la mejora y conocimiento de nuevas técnicas de imagen y de diagnóstico por irradiación, que cualquier área lesionada del cerebro conlleva siempre un cambio en las habilidades y funciones corporales o en la psique del individuo. Esto significa que ante el deterioro de un sistema neuronal dentro del encéfalo siempre ocurrirá algún tipo de cambio en el individuo, bien sea creando temblores involuntarios (como en el Parkinson), perdiendo la visión (por golpes en el lóbulo occipital de la corteza cerebral), cambios de conducta por traumatismos en zonas del sistema límbico, o enfermedades mentales de cualquier tipo por neurodegeneración en distintas partes del órgano del pensamiento. De utilizarse solo el 10% del cerebro, el 90% de los “accidentes o cambios cerebrales” no deberían tener consecuencia alguna en el individuo. Esto es evidente que no ocurre así, puesto que cualquier lesión producida en cualquier zona del cerebro siempre viene acompañada de un cambio antes descrito, que si bien la lesión es pequeña el cambio no tiene porque ocurrir a nivel macroscópico ni hacer visibles los efectos para el ojo humano.

Los cambios neurológicos que ocurren tras cualquier cambio físico, bioquímico o degenerativo en cualquier parte del encéfalo siempre vienen acompañados de un cambio en las funciones corporales.
A modo de reflexión personal, y ya que lo he leído muchas veces en distintos sitios a través de internet, revistas pseudocientíficas y otros soportes de celulosa, la parapsicología y los fenómenos paranormales siempre se han intentado explicar mediante este tipo de afirmación. Según estos escritos, el 90% del cerebro es aquel que nos permite ver cosas que no comprendemos con este 10% que utilizamos. Personas que tiene más desarrollado el cerebro pueden comprender y percibir cosas que el resto de mortales no podemos. Sinceramente y siendo empíricos, creo que este bulo no tiene base científica, y no solo por lo anteriormente descrito, sino porque a mi forma de ver, la mayor parte de “eventos parapsicológicos” no son más que eventos que con nuestra ciencia actual no llegamos a comprender pero que con le evolución de la tecnología algún día tendrán explicación, al igual que para nuestros antepasados un eclipse solar era la ira de los dioses.

Y es que todo vuelve a ser entropía, ¿qué es lo más probable que sea esa luz en el cielo, un ovni o un avión? La respuesta termodinámica creo que es obvia. Aunque siempre es bonito soñar…

2 comentarios:

Missy dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Missy dijo...

Me parece muy cierto todo lo que explicas en este articulo, con una sola objección, y es que no todo el mundo dice que solo se utiliza el 10%, sino que aún queda por comprender y conocer el funcionamiento exacto, no se si del 90%,pero si de gran parte del cerebro y que dentro de ese desconocimiento puede haber habilidades más desarrolladas en ciertas personas ( y que conste que no me refiero a las capacidades paranormales) evidentemente no hay porque desafiar a la neurologia ni a la evolución, pero al ser un campo aun en continuo avance y estudio, yo dejaría una puerta abierta para lo que ahora no comprendemos.

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