sábado, 30 de abril de 2011

La pureza de la raza, Darwin se rebela contra el nazismo


Todas y cada una de las etapas de nuestra historia nos han enseñado algo singular. Para bien o para mal hemos aprendido de ellas, para no volver a cometer los mismos errores o para tropezar una y otra vez con la misma piedra (esto último con graciosa y desalentadora repetitividad).  Y el evento más llamativo, el que más cambió la historia en el siglo XX, no iba a ser para menos. La Segunda Guerra Mundial se cobró alrededor de 64 millones de víctimas mortales durante 6 años, que se dice pronto pero es aproximadamente 1,36 veces la población de España, o el 2% de la población mundial de aquella época.


Durante la Segunda Guerra Mundial las escenas bélicas con victimas mortales se sucedieron por toda Europa. El delirio imperialista de un dictador fue motivo suficiente para masacrar la población durante 6 años sin descanso.
Cuando el mundo asistió al macabro espectáculo de la Segunda Guerra Mundial, pudo presenciar el experimento humano más global que ha ocurrido nunca, la selección artificial. Durante la invasión nazi por el continente europeo, las tropas germanas llevaron a cabo la “Solución Final”, plan global del gobierno fascista de Adolf Hitler para exterminar toda la población judía y promover una sociedad donde la raza blanca, y más concretamente la raza aria, fuera la más extendida y representativa.

Y esto es Selección artificial al fin y al cabo puesto que este mismo proceso se lleva haciendo durante miles de años por ganaderos y agricultores con fines económicos. Muy conocido es en el mundo de la biología el mítico ejemplo del ganadero Seth Wright que poseía un rebaño de ovejas de la raza Ancon, y donde una de estas ovejas parió un cordero con patas cortas. Las ovejas de patas largas podían saltar la valla y escapar del redil, mientras que esta no tendría este problema. El ganadero al observar esto, decidió seleccionar este individuo y utilizarlo de semental. Al final consiguió un rebaño uniforme donde ninguna de las ovejas podía escapar de su finca. Este ejemplo tan vulgar pero tan conocido es repetible en cualquier caso, haciendo que los tomates de un agricultor sean más rojos o resistan mejor las heladas, o haciendo que las vacas de un ganadero den leche más grasa. Es una evolución inducida, una “ingeniería genética rudimentaria” por decirlo así.


Raza de ovejas Ancon con individuo paticorto. Estos ejemplares mutantes pueden ser usados para conseguir líneas germinales de ovejas con un mismo caracter para evitar su huida. Un caso claro de Selección artificial.

Y durante los años que duró la guerra, el nazismo utilizó esta ingeniería genética de forma mucho más radical. El exterminio de un grupo concreto de individuos a favor de otro provoca  que un solo genotipo (un solo grupo genético) se seleccione, consiguiendo así que todas las ovejas se mantengan en el redil. Esta solución final pretendía dar por sentado la superioridad de una raza frente a otra eliminando esta última por completo.

No voy a entrar al escribir en juicios morales sobre todo esto, pues no es el cometido de este post. Es evidente mi completa desaprobación de este oscuro episodio de nuestra historia europea pero mi intención no es escribir sobre como fue el nazismo, sino sobre la Solución Final y lo desacertado de este método de selección genética.

Para comenzar a ver un campo amplio del problema, es preciso reconocer que la genética es la dueña y señora de la evolución como especie, y que todo lo que ocurra con ella provoca cambios en todo ser vivo. Para el ser humano no es diferente, y el hecho de que caucásicos, negroides, mongoloides, etc. tengan rasgos distintos dentro de una misma especie no deja de ser por la variedad que existe en unas decenas de genes y que ha sido fruto de una deriva genética de un ancestro común. Recopilando lo que dijo Charles Darwin, la evolución de una especie proviene de la creación de un individuo nuevo, con modificaciones con respecto a los anteriores que le ofrecen una mejor adaptación al entorno en el que vive, lo que provoca que se reproduzca más y que sus genes se seleccione en detrimento de otros individuos peor adaptados. Este enunciado es el más importante para el proceso evolutivo y el que aquí cuestionamos hoy, la mejor adaptación significa mejor supervivencia y mayor reproducción.
Dentro del grupo de acontecimientos que pueden dar lugar a un individuo genéticamente nuevo (como pueden ser mutaciones puntuales aleatorias por ejemplo), nos encontramos con la que a Hitler no le debió parecer nada importante, la reproducción sexual y la recombinación genética durante la meiosis. Esto que puede sonar un poco lioso así dicho (y lo es en la realidad), es la combinación de la genética masculina cuando papa pone una semillita en la genética femenina de mamá. Lo que sucede aquí es que de todo el grupo de genes del varón y de la mujer, se seleccionan aleatoriamente uno de cada uno para cada carácter del individuo, dando lugar a un individuo nuevo que es mezcla de los progenitores.

¿Correcto? Bien, porque ese nuevo individuo puede que esté mejor adaptado al ambiente que sus padres por el mero hecho de tener lo mejor de uno y de otro (o lo peor, que también se da el caso). Esto puede parecer una tontería, ¿Qué más me da a mi tener los ojos verdes o marrones de mis padres si eso no me ayuda a estar más adaptado a mi ambiente? Quizás parezca que eso no, pero heredar genes que lleven asociados enfermedades no es tan divertido.

¿Qué provoca por tanto la reproducción sexual con individuos genéticamente distintos? Variabilidad y mejor adaptación. ¿Y con individuos genéticamente similares? Provoca individuos genéticamente más expuestos a sufrir enfermedades congénitas, puesto que la reproducción de individuos similares, o ya llegando a un extremo, emparentados, supone aumentar exponencialmente la probabilidad de juntar en un mismo individuo genes recesivos, lo que supone que ante un gen “enfermo”, la probabilidad de tenerlo con dos padres poseedores puede ser desde un 25% hasta un 100% si los padres son enfermos sintomáticos y no solo portadores.

Después de este mini inciso de genética ¿Qué conseguimos creando una “súper raza aria” dominando el mundo con individuos genéticamente muy próximos entre sí? La respuesta es un empobrecimiento paulatino del acerbo genético y el aumento de la mortalidad y la morbilidad en la población. La forma extrema de llamarlo podría ser una endogamia global fruto de generaciones y generaciones de relaciones entre individuos emparentados. 



Es evidente que el fenómeno de la endogamia va muy ligado a la escasez de población de una zona, ya que ante falta de individuos (y sobre todo en zonas rurales) siempre se ha recurrido al matrimonio entre personas emparentadas, y por tanto este planteamiento sube una escala por encima del teórico y que se da o se daba en nuestros días, ya que la cantidad de población dentro de un país (o un imperio en el caso que estamos contando) es tal que la endogamia estaría muy restringida a casos muy excepcionales.

Precisamente entonces el planteamiento del dictador austriaco se volvió en su contra. La endogamia de la población siempre conlleva el aumento de las deficiencias (tanto psíquicas como físicas) en los individuos, lo que da lugar a personas que son rechazadas en las sociedad por ser diferentes. Esto se escapa muy muy lejos del ideal de raza aria y de superioridad ante otros grupos humanos.

La pureza de la raza no reside en su exclusividad, sino en la capacidad para saber perpetuarse adaptándose a los cambios y la disposición a combinarse para poder seguir mejorando. Es como la vida misma, nadie crece sino intercambia información, nadie evoluciona sino se adapta a lo que le rodea.

Quizás deberíamos hacer caso a Darwin y adaptarnos al ecosistema actual para salir de la crisis.


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